Cuento

¡VAMOS A GANAR… !

 

Astrid y Jesenia son amigas inseparables que gustan jugar juntas a la saltasoga, sujetando cada una de un extremo de la soga, y así pasean por el patio, van y vuelven del colegio, ven la televisión y toman sus alimentos sin dejar de saltar, con la mano que les queda libre. Pero debido a un inconveniente, estuvieron a punto de dejar de ser amigas.

 

Un día, volviendo del colegio, Astrid se paró de golpe y Jesenia casi se fue de cara contra el suelo. En el poste había un cartel que decía: “Gran campeonato de Saltasoga”. Y luego, con letra más pequeña, explicaba que podían presentarse participantes de cualquier edad y que habría dos premios: a la originalidad y a la resistencia.

 

— ¿Qué es resistencia, Jesenia? —preguntó Astrid.

— ¿Qué es original? —dijeron a coro.

 

Y las dos se echaron a reír. Siguieron saltando hasta la esquina donde se separaban siempre, se dieron un beso para despedirse y Jesenia sacó su soga para ir hasta casa y preguntarle a su padre qué era eso de resistencia.

 

—Pues —le respondió: es un campeonato en el que gana el que más tiempo aguante saltando. ¡Y tú serás quien debe ganar ese premio…!

 

Astrid, mientras tanto, había llegado a su casa y le preguntó a su madre qué era originalidad.

—Pues es — le dijo rascándose la cabeza— cuando nadie más lo hace. Es algo único y diferente. Al mismo tiempo se puso muy contenta y le prometió que para el día del campeonato le haría un vestuario atractivo y original.

 

El papá de Jesenia le dijo que se encargaría de su entrenamiento para que fuera la mejor, la que más resistiera. Por la noche, después de cenar, Jesenia se puso a entrenar en la sala, pero subió la vecina del primer piso a decir que el ruido de los saltos le incomodaba y no le dejaba dormir. Jesenia se fue a dormir para levantarse temprano y poder entrenar antes de ir al colegio.

 

Al día siguiente, en el patio, Jesenia cogió su soga, la puso doble para que fuera más corta y empezó a dar saltos. Astrid se acercó para saltar con ella pero Jesenia le dijo que no, que mejor deberían entrenar por separado.

 

—Dice papá que el campeonato hay que ganarlo, y que si entreno más que tú, ganaré la competencia.

 

Y Astrid no entendía lo que quería decir su amiga. Como cada una seguía saltando con su soga, las cuerdas se enredaron, al final se separaron y cada quién se fue a su aula.

 

Astrid se quedó pensando un momento, luego se dirigió a la Dirección para comentarle a Sor Santina sobre el disgusto que tuvo con su amiga, luego sobre el campeonato y la gran idea de participar en el concurso en pareja. A la Directora le entusiasmó la idea y prometió apoyar brindando los servicios del profesor de Educación Física para la coreografía y el entrenamiento.

 

Astrid salió muy emocionada y a la hora de la salida esperó a Jesenia para comentarle la sorpresa: y le dijo: Ya sé cómo vamos a ganar el campeonato. De camino a casa, saltando cada una con su soga y poniendo cuidado en que no se enredasen las sogas, Astrid le contó a Jesenia sobre la promesa de la directora y le explicó su plan.

—Nadie, seguro que nadie, sabe saltar en pareja con una soga.

— ¿Y nos dejarán presentarnos juntas? —preguntó Jesenia.

—Claro, además tendremos un vestuario único como las chicas de la tele.

—No, Astrid. Porque si mi padre se entera se enfadará. Me dijo que tengo que quedar la primera.

 

Los días siguientes, estuvieron entrenando a la hora del recreo en el departamento de Educación Física, también en la calle a la hora de la salida, en casa, durante la cena y dejaron de ver la televisión en ese período.

 

El día se acercaba y juntas conversaban sobre el vestuario que está preparando la mama de Astrid, cómo saludarían con la mano libre, de qué color llevarían los lazos y, sobre todo, cómo harían para que el papá de Jesenia no se enojara.

 

— ¿Y no sería más fácil decirle la verdad? — dijo Astrid una mañana en el recreo.

Si ganamos las dos juntas seguro que se pone contento.

—Si ganamos... —Jesenia dejó la frase sin terminar.

 

Llegó el sábado, el día de campeonato. Jesenia se levantó temprano para prepararse, desayunó poquito, que no le cabía nada de tan nerviosa que estaba, y se vistió como había planeado con Astrid. Después, fue al baño y se hizo dos coletas muy altas, sacó del cajón los lazos que tenía preparados y sonrió delante del espejo. Cuando llegó al Coliseo Josefino, de la mano de su padre, se cruzó con su amiga, que llevaba dos coletas muy tirantes, el mismo vestuario que ella y lazos del mismo color. Se sentaron en las gradas, separadas, a esperar su turno.

 

—Ya sabes —le dijo su padre a Jesenia — Tienes que aguantar más que ninguno, no levantes la vista de los pies y no dejes que se enrede la soga.

 

Los jueces dijeron uno a uno los nombres de todos los participantes y un montón de niños, siete adultos y hasta tres abuelos saltaron a la pista con sus sogas en la mano.

Jesenia y Astrid se miraron, bajaron las escaleras hasta la pista una delante de otra y, al llegar, se pusieron juntas, sacaron la soga larga y así, cogiendo una de cada lado, empezaron a saltar por la pista, poniendo cuidado en no chocarse con ningún otro participante. Jesenia no se atrevía a mirar a las gradas por si su padre estaba enfadado pero saludaba todo el rato con la mano libre.

 

Astrid sí miraba y sonreía al ver la barra del “SV” y a Sor Santina aplaudiendo en las graderías al compás de la banda armónica del colegio.

 

Poco a poco se fueron eliminando los concursantes hasta que solo quedaron en la pista un niño muy alto, una mamá muy bajita y ellas dos. Parecía que nunca terminaría el campeonato y de pronto la soga del niño alto y la mamá bajita se enredaron, y el juez acercó ante ellos y les pidió que se sentasen y tocó su silbato dando por terminado el campeonato.

 

Empezó la premiación —Primer premio a la resistencia —dijo el juez— a Jesenia y Astrid. Y todo el público se puso en pie para aplaudir a las dos, la banda no paraba de tocar, el grito de las chicas eran emocionantes y el profesor de Educación Física agitaba la banderola del “SV”

 

—Primer premio a la originalidad —dijo el juez— para Astrid y Jesenia.

 

Y todo el público se puso en pie para aplaudir. Ellas no lo podían creer, daban saltos y se abrazaban todo el rato. El papá de Jesenia también saltaba de alegría, y agradeció a todos los que ayudaron en la preparación, en especial a Sor Santina por su apoyo desinteresado, muy alegres salieron a festejar el triunfo, y participar de la vuelta olímpica por las principales calles de la ciudad, al compas de la banda del colegio San Vicente de Paul de Jauja.

 

Al día siguiente y los días sucesivos la noticia se difundía por la emisora San Fernando que dirige el Piquito de Oro, y el lunes en la formación general de la mañana, fueron reconocidas con diplomas por la directora la Comunidad Vicentina y la directora de la UGEL quien llegó con su guardaespaldas un ingeniero; quien resaltó que pese a las medidas de austeridad hay talentos que destacan en el deporte.

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