Lectura 1

CAPERUCITA ROJA EN HUAMANGA

 

Nunca te has preguntado: ¿Y qué pasó con Caperucita Roja después del hecho que ocurrió con el lobo?... pues, ahora lo vas a saber:

Resulta que Caperucita Roja, se asustó como nunca, paraba temblando, no comía, tenía pesadillas y problemas para dormir; no podía ni conversar con nadie, no salía a jugar, le causaba pánico oír la palabra “bosque”. Por todas esas cosas, un psicólogo aconsejó a su padre (¡en el cuento ni lo mencionan, caray!) y a su mamá, a que la llevaran lejos, lejos donde nadie le haga recordar tan infausto suceso, “está mal de los nervios, ¿quién estaría bien después de estar en la panza de un lobo?”, añadió. El abuelo Don Porfirio, manifestó que tenía parientes en el Perú, exactamente en Huamanga, Ayacucho, un pueblo de los andes.

Días después, Caperucita se despidió de su abuelita, a la cual la trajeron a casa, para que no esté en el bosque solita. “Cuídate querida nieta, te quiero mucho”. “Yo también abuelita, hasta pronto”.

Y fue así como Caperucita, enferma de los nervios, subió a un avión y cruzó el Océano Atlántico… Una mañana, en la Empresa de Transportes Molina, llegó a Huamanga acompañada de sus padres. Nadie lo sabía… hasta que Magno Sosa, periodista ocioso, perdón, acucioso, dio a conocer la noticia: “¡Caperucita Roja está en Huamanga, Caperucita Roja está en Huamangaaa…!”. Y los niños y niñas, por cientos, presurosos, curiosos, pronto estuvieron en casa preguntando por ella. Pero sus familiares supieron contestar: “Ha viajado a Huanta niñuchas, cuando regrese les avisaré”. Los niños se fueron corriendo, otros en caballos y burros y otros en buses, hacia ese lugar… Y la verdad es que no se había movido de casa y con el fin de que no la reconocieran y pudiera estar tranquila unas semanas, se les ocurrió vestirla con un poncho de alpaca; y así jugaba con sus primos y primas, sin salir de casa, por el zaguán nomás. “Aquí no hay lobos, así que tranquila nomás primucha”, le dijo una de ellas.

Pero humm… ¿ustedes creen que los familiares del Lobo Feroz, se quedaron tranquilos con su muerte?... nooooo estaban molestísimos, los familiares de él estaban furiosos, bramando: “¡No debieran matarlo así a nuestro pariente quien no era feroz, nomás padecía de tos; grrr vamos a vengar su muerte grrr…!” Así que noche tras noche estuvieron rondando la casa de Caperucita Roja y veían a la abuelita nada más. Una mañana, en que la abuelita salió a comprar pan, dos lobos disfrazados de personas, preguntaron por ella: “Somos sus amigos y queremos jugar con ella”, le dijeron; y la abuelita, inocentemente, les dijo: “Se la han llevado al Perú, a un pueblo llamado Ayacucho”. Se quedaron taimados, perplejos, zonzos, rascándose la cabeza sin poderlo creer. Ya en casa, uno de los lobos, manifestó: “¡Vamos a llamarlo por celular a nuestro primo el zorro! “Pero no tenemos su número”, dijo otro. “Ya sé que vamos a hacer –dijo el tercero- actualícense pues, vamos a buscarlos por internet, por Facebook”.

Y así lo hicieron, la tecnología ayudo a los enfurecidos lobos a encontrar al Zorro Andino, quien, enterado de los hechos, juró vengar la muerte de su primo, el lobo que no era feroz, nomás tenía tos. “Pobrecito, echarle piedras en la panza, debe haberse ido de hocico varias veces por el peso y por la tremenda sed que tenía, seguro se ahogó en el río”. En la noche, después de la cena, continuó el Zorro Andino analizando la situación, concluyó que “mejor es no hacer nada hasta que pase un tiempo, pero…”.

El tiempo pasó volando volando y Caperucita se adaptó y un mes después –con ayuda de sus primos y primas- ya estaba calmada, ya no temblaba, podía dormir, sonreía; definitivamente se había olvidado el asunto del lobo y se aprestaba a salir a la calle. Ella no sabía, pero todo ese tiempo estaba vigilada por el zorro majadero, quien vigilaba la casa donde ella vivía.

Caperucita Roja aprendió a pelar tuna y ni una sola espinita, se insertó en sus manos; aprendió a comer cancha, caputo, y como paraba en casa, aprendió a cocinar ricos potajes como puca picante (pero sin ají, porque era niña); guiso de quinua con queso, tamales, pachamanca, entre otros platos. Lo que se volvió su comida favorita fue la sabrosísima patasca o caldo de mondongo; cada domingo esperaba con ansias que le sirvan aquella comida.

Dos meses después ya salía de casa, acompañada de sus primos; tres meses después, ya jugaba a la matagente, a las escondidas, juegos de internet… pero una tarde que regresaba sola, le llamó la atención el interior de una casona, donde unas voces cantaban huaynos y carnavales “Adiós pueblo de Ayacuuchoo perlachallay, tierra donde yo he naciiidoo perlachallay… Yo no quiero ser el hombreee…”. La curiosidad pudo más que los consejos de mamá, abrió la puerta y entró a un zaguán. Allí conoció después de saludar, a los cantantes Kiko Rebatta, Consuelo Jerí y al compositor, un abuelito que la cautivó con su guitarrear y su gracia al conversar: Ranulfo Fuentes; y de ellos aprendió canciones ayacuchanas que le hicieron bailar y zapatear, hasta ponerse muy contenta.

A la mañana siguiente, al despertar, Caperucita Roja, le dijo a su mamá: “¡Quiero aprender a tocar guitarra!”. “¿Quééé…?, ¿cómo se te ocurre esto”, preguntó la mamá. “Es que cerca de aquí, a solo 5 cuadras vive un abuelito que me puede enseñar”. “Pero hija, ¿quién te va a acompañar?”, “Ay mamá, todo el tiempo no voy a estar acompañada, además, ya estoy tranquila, no pasa nada”, argumentó ella.

Dos días después, Caperucita, acompañada de su mamá y guitarra nueva en la espalda, tocaron la puerta: ¡Toc, toc, toc…! “¿Quién es?”, preguntó el abuelito Ranulfo. Y pasaron, conversaron y quedaron de que tres veces por semana, iría la niña a estudiar Canto y Guitarra.

Y así pasaban los días tranquilos, hasta que un día Caperucita, se despidió de su mamá y de sus primas y se encaminó a casa del abuelito Ranulfo; pero minutos antes, el zorro majadero se adelantó y tocó la puerta ¡Toc, toc, toc…! “¿Quién es?, preguntó el abuelito Ranulfo. “Soy yo, maestro Ranulfo – imitó la voz de Caperucita- vengo a decirle rapidito que hoy no podré venir a mis clases de Canto y guitarra, hoy saldré de paseo a la pampa de la quinua con mis primuchas”. “Ya, está bien Caperu…”. Cuando abrió la puerta, ya la voz había desaparecido rápidamente.

El abuelito Ranulfo Fuentes, enterado por boca de su paisano, el escritor Marcial Molina, que dos colegas: Socracha Zuzunaga y Edgard Bendezú, conocido como “Fabulinka”, estaban de visita en Huamanga, inmediatamente se vistió y ansioso, exclamó: “¡Será motivo de ir a verlos!”.

Esto fue aprovechado por el Zorro majadero, quien astutamente abrió la puerta con una ganzúa y entró. Ya dentro calculando la hora en que llegaría Caperucita Roja, abrió un ropero de madera y sacó las ropas del abuelito y se las puso. Un momento después, cansado de tanto afán, diciendo “Voy a echarme un ratito en la cama”, se quedó dormido…

Pronto, Caperucita Roja, tocó la puerta: “Toc, toc, toc…!” Y nadie contestó. Volvió a tocar con más fuerza: “¡Toc, toc, toc…! Y se abrió la puerta, que estaba junta nomás. “¿Qué raro?”, pensó Caperucita. Entró y se sorprendió no encontrar al maestro en la sala, se fue al dormitorio y entro en el instante que el Zorro se despertaba ataviado con el vestuario del compositor. “¿Por qué hoy estas en cama, maestro?, preguntó la niña sin saber quién tenía al frente. El Zorro, dijo imitando la voz del maestro Ranulfo: “Ehhh es que hoy niña, amanecí mal de la garganta y por eso me quedé en cama”. Pero por dentro, él pensaba “¡Que se acerque más y zuácate, la ataco!”. Caperucita, volvió a preguntar: “Maestro ¿y por qué hoy tienes las orejas grandes?”. “Ehhh niña, es que a todo músico a veces le crece grande para oír mejor”. “¿Y por qué hoy tienes la nariz roja como tomate?”. “Ehhh es que ya te dije que hoy amanecí mal con la gripe”. En ese momento Caperucita ya estaba más cerca, que es lo que quería el zorro para avanzar sobre ella, cuando se le dio por estornudar “¡Ach achh achisttt…!”. La niña se alejó para evitar las mucosidades de aquella nariz. Y volvió a preguntar: “¿Y por qué tienes hoy los ojos rojos?”. “” ¡Son consecuencia de la gripe, niña!, (niña preguntona caray, ya verás)”. “¿Y por qué tienes la boca tan grande?, ¡hoy parece que fueras hocicón!”. El Zorro, ya molesto de tantas preguntas, ansioso de vengar de una vez, a su primo, el Lobo Feroz; y el llamarlo hocicón, no resistió más y botando las ropas, se abalanzó sobre ella…

Pero en ese instante, apareció Magno Sosa, el periodista ocioso, perdón, acucioso, que logró captar en video esos instantes únicos y dijo: “Heyy Zorro majadero, embustero, suelta a la niña, ya te tengo registrado en mi cámara de video, con esto tienes para varios años en la cárcel. El zorro mirando a uno y otro lado, sin saber qué hacer, solo atinó a balbucir: “Ehhhh…”. Y soltó a la niña, pero cuando quiso salir por la puerta, unos niños con garrotes lo amenazaban; entonces quiso salir por el techo y también niñas con garrotes, lo esperaban; quiso trepar la pared… pero cuando se dio cuenta, ya caían en él, cientos de niños y niñas, gritando como un coro de avispas furiosas…

Rato después apareció la policía y se llevó al zorro ante la justicia. Luego apareció el maestro Ranulfo. Magno Sosa, le explicó lo que había pasado y los niños y niñas fueron acompañando a Caperucita Roja, a su casa.

Al día siguiente, los titulares de noticias nacionales e internacionales eran: “Zorro ladino, por querer vengar la muerte del Lobo feroz, termina atrapado por niños”. “En Perú, Caperucita Roja, se salva, de las garras de un zorro andino” ...

Gracias a una ley que permitía castigar de inmediato, la famosa ley de flagrancia, sentenciaron al zorro a una larga condena y cuentan que, por las noches, si escuchas unos largos quejidos, son del Zorro que vive encarcelado: “¡Mi primo el lobo terminó ahogado, yo terminaré encerrado ¡auuu…!”.

Y así termina este cuento, ubicado en Huamanga, Ayacucho, donde a Caperucita Roja… ¡la quieren mucho!

 

Autor: Edgard Bendezú Palomino

Texto: Cuentos Clásicos a lo Fabulinka

 

Responde:

 

¿Y qué pasaría si a Caperucita la hubieran traído a nuestra ciudad?

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¿Y si llegara a casa cuando recién se conocía sobre el Corona Virus?

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¿qué le aconsejarías?

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Comentarios: 2
  • #2

    No hay para vender? (martes, 17 octubre 2023 11:12)

    No hay para vender ?

  • #1

    Josue (miércoles, 30 junio 2021 09:29)

    El papa

Lectura 2

EL PATITO FEO, DESPUÉS QUE SUPO QUE ERA CISNE


El Patito feo, es un cuento tierno y maravilloso; pero incompleto. Te pregunto: “¿Basta saber que se es bello para ser feliz?... Pues no; ahora, vas a saber lo que le pasó al Patito feo, después que supo que era cisne.

Ahora sabía que era bonito y elegante; eso, claro, le produjo una tremenda alegría; pero nadie te contó cómo lo recibieron en el lago otros cisnes. ¡Atento eh! Luego de acercarse a ellos, sorprendido de verlos, le dijeron:


-Oye, ¿qué haces que nos miras como tonto?, ¿acaso nunca has visto a otros como nosotros?
-… (Se quedó callado)

- ¿Quién eres?, ¿cómo te llamas?

-… (Siguió callado, sin salir de su asombro)

-Nosotros venimos de Irlanda, provenimos de una familia que vivió en un palacio real. Y tú, ¿de dónde vienes?

-… (Sorprendido, no sabía que decir)

- Habla pues, ¿o eres tarugo o se te trabó la lengua?

-Es que nunca he charlado con otros cisnes.

-¿Quééé?
De repente uno de ellos, exclamó:

-Ahora que lo veo, este no merece ser nuestro amigo, es un cisne mudo, vulgar y común.
-¡Oh, que desgracias se encuentra en este lago!

Y haciendo muecas de desprecio, emprendieron vuelo, sin despedirse.

Nuestro amigo se quedó atontado en medio del lago, con tristeza y mortificado. Fue a la orilla y se quedó parado, pero a los segundos escuchó una voz decir:

- ¡Ayayay…! ¡Oye gran-do-te, qui-ta tu pa-ta que a-plas-tas mi ña-ta!

Al darse cuenta de la situación, nuestro amigo, quitó una de sus patas de la nariz del sapo, quien exclamó al verse liberado.

- ¡Fíjate bien donde pisas, animal feo, oh, nooo…! ¡Ya fui, adiós mundo cruel, adiós para siempre, no pensé que terminaría en el buche de un cisne¡… ¡Y se desmayó!
Un minuto después, el sapo abrió un ojo y al ver que el cisne estaba mirando a otro lugar, volvió a cerrar los ojos para hacerse el muerto, porque le habían dicho que los cisnes, a los batracios muertos no suelen comer. Pero, por un atisbo del ojo, el cisne consiguió darse cuenta de la situación y dijo:

-Ya te vi, sapito, no te hagas y párate que prometo no comerte.

-Me, me… me lo prometes.

-Te lo prometo, porque ni hambre tengo.

-Y si tienes hambre, me comes- ya parándose.

-No, no, porque me pareces un sapito curioso e interesante y yo estoy solitario en el mundo; no tengo ni un amigo con quien charlar. Hum, ¿tú quieres ser mi amigo?
-¿Quééé?- sorprendido- ¿Dónde se ha visto que un cisne tenga de amigo a un sapo?
-Bueno, seremos los primeros amigos en la historia, pues. Dime, tú, ¿escuchaste hablar a esos cisnes?

-Sí, los oí, son unos maleducados y vanidosos que más parecen pavos, creen que la belleza es todo en la vida, ¡bah, pobres tipejos! ¿Y quién eres tú, amigo cisne? ¿Tienes nombre?
-No.
-Yo tengo un amiguito que se llama Markus, que me puso de nombre “Mateo”, porque dice que soy feo, pero eso es lo de menos; pensó llamarme Melchor, porque me dijo que también soy hablador; pero yo escogí Mateo, porque por naturaleza soy feo, pero tengo otras cualidades que me hacen bello. Y tú, ¿en verdad, no tienes nombre?
-Ya te dije: no tengo.

Le entró la pena, por el tiempo que lo llamaron “feo” y él se sentía tan mal y este sapo no se sentía mortificado. Eso le inspiró amistad y confianza para contarle el maltrato que recibió de quienes creía que eran sus hermanos y recordó que mamá pata, no le había puesto nombre.

-Pues yo te bautizo como el cisne Donato, ¡para que nunca olvides que te confundieron con un pato!

-De acuerdo, y los rencores que sentía por mis hermanitos, los aviento al rio y del pasado, me río… ¡Uy, ya estoy hablando como tú, Mateo!
Los dos rieron… No pasó más de un segundo y otros cisnes aparecieron en el cielo y todo indicaba que bajarían al lago.

-Yo mejor me escondo entre este arbusto, ¡no quiero ser comida de cisnes bonitos pero brutos! Tú, puedes irte con ellos si lo crees conveniente, ah, pero te doy un consejo. Markus me enseña, porque él, sabe leer; y de él, yo aprendo también; búscate un niño o un cisne joven o adulto, noble y humilde del cual tú puedas aprender. Ya me voy, ¡chau, Donato, nunca olvides que fuiste un pato!

-Chau, ¡sapito Mateo, sapito feo!

Y en el instante, esos cisnes desconocidos hacían ¡plash, plash…! al chocar sus cuerpos con el agua. Lleno de emoción y de interés por saber cómo eran, fue a reunirse con ellos. A la media hora, alzo vuelo con los demás cisnes y se alejaron por entre las nubes.

Un mes después volvió el cisne Donato y buscó a su amigo, el sapito Mateo. Y ya cuando caía la tarde, lo vio llegar acompañado de varios niños que venían saltando felices. Uno de ellos, lo bajó de su mano y le dijo:

-Aquí te dejó. Hasta mañana, Mateo.

-Hasta mañana, amigos.

Recién, cuando los vio que se alejaban los niños, se acercó Donato y susurro:
-¡Sapito Mateo, sapito feo!

Debajo de una piedra, asomó su cabecita y grande fue su alegría al reconocer a su amigo Donato; dio volteretas, cayo a la laguna, dio saltos y cayó de barriga, de espalda, de cara, era tanta su felicidad. Cuando se calmó, se dieron un abrazo y luego dijo:
-Yo pensé que nunca volverías a esta lagunita, porque es chiquita.
-El tamaño de la laguna no importa, aquí se quedó un buen amigo que conocí y por eso vengo a verte.

- ¿De qué se trata, amigo Donato, dime de inmediato? No solo soy ojón como me dicen algunos deslenguados y taimados, soy también todo oído. Habla ya.
De pronto, pasó por el aire un moscón y de un lengüetazo, el sapito Mateo, lo jaló hacia su boca.

-Discúlpame, esa comida no podía perder y eso mi barriga me sabrá agradecer. Ahora sí, como dice mi amigo Lucho, te escucho.

-Ah contigo… Bueno, te cuento, cuando me fui con esos cisnes, llegamos al lago Mosso, aquí en Dinamarca, que es muy hermoso; comprendí que hay cisnes con diferentes cualidades, algunos son jactanciosos como esos que vimos primero, pero hay otros solidarios, nobles y buenos.

-Así es, eso depende en gran parte de los padres, eso viene de cada hogar. Pero sigue, sigue.
-En un mes más voy a migrar con mis amigos a zonas donde hace calor, ahora comprendo porque antes, cuando creía ser pato, vi a una bandada de cisnes volando a otra parte. La vez pasada casi muero, porque no estoy acostumbrado al frío. Dime, Mateo, mucho discuto con un cisne trompetero y otro negro. ¿Qué es lo que debo hacer para mejorar mi relación con otros cisnes?

-Ah caray, así eras… Primero debes aprender a controlar tu carácter y tener tolerancia, saber escuchar, después saber dialogar, luego… - Así, el sapito Mateo y el cisne Donato, conversaron largas horas, mientras la luna los contemplaba desde el cielo. Una hora después, se despidieron los dos.

Después de tres meses, apareció el cisne Donato por la laguna; pero no era solamente él; estaba acompañado de un cisne hembra de cuello negro. Él iba gritando por las orillas de la laguna:

- ¡Hey, Sapito Mateooo, sapito feooo!

- ¿Cómo le llamas así, si es tu amigo?

-No te enojes, nosotros nos estimamos. ¡Hey Sapito Mateooo, sapito bellooo! ¿Así está mejor?
-Claro, así está mejor- dijo ella, coqueta y feliz.

El Sapito Mateo, apareció, dio brincos de alegría como la vez pasada, pero al ver que tenía compañía su amigo, se tranquilizó.

-Aquí estoy Donato.

-Amigo, te presento a mi novia.

Ellos contaron que se conocieron una semana antes de emprender el viaje de regreso a la laguna de Mosso.

-Allí construiremos nuestro nido- dijo ella, expresando en su rostro, cariño.
-Así será, para que nuestros hijos tengan un hogar- dijo él, enamorado.

Y así, continuaron conversando hasta que ella dijo: “Es hora de retirarnos, amiguito”.
-Sí, ya te vendremos a visitar otro día- preciso él- Hasta pronto, sapito Mateo, sapito feo. ¡Uy, disculpa… bello!

-Hasta pronto, amigos, que sean felices en su hogar- Y dando un salto de gimnasia se escondió tras unas piedras.

Pero días después, apareció el cisne Donato, llamándolo desesperado:

- ¡Sapito Mateooo! ¡sapito Mateooo! ¡sapito Mateooooo…!

El apareció asustado al oír la voz de su amigo y dijo:

-Aquí estoy, ¿qué pasa? ¿qué pasa?

-Necesito de tu ayuda, es urgente.

- ¿Que necesitas?

-Sé que eres amigo de niños de esta zona, quiero que vayamos a buscarlos y vayas con ellos a donde vivía antes, cuando aún creía que era pato. Eso está por…
En ese mismo instante el sapito no comprendía bien la razón de tanto apuro, pero se subió sobre la espalda del cisne, se agarró bien y voló rumbo a la ciudad donde estaban los niños.

Como sabía que sus amiguitos, a esa hora estarían jugando en un parque, se dirigieron allí. Los niños y niñas al verlo llegar, se sorprendieron y habló el cisne Donato:

-Niños y niñas: Por favor, lleven los huevos de mi hermanita pata que acaba de morir hace minutos después que fui a verla. Era la única que se portaba bien conmigo. Deben transportarlos antes que se enfríen totalmente.

Los niños y niñas entendieron y en patinetas, bicicletas y otros a pie, emprendieron la marcha.
-Tú, nos guías desde el cielo- dijo Markus.

Minutos después, con cuidado, sacaron una manta que cubría los huevos y cogieron cada uno en su mano un huevo y enrumbaron al sitio indicado por el cisne Donato.
Y es así, como Micaela, la pareja del cisne Donato, incubó los huevos.
Semanas después irrumpieron a la vida: cinco cisnes y diez patitos, unos feítos y otros bonitos; pero ahora si sabían bien, que eso no era lo más importante, sino ser seres nobles, educados y solidarios con los demás. Con voz dulce y feliz, exclamó mamá Micaela:
-¡A los quince los trataré como a mis verdaderos hijitos!

Comprendió el cisne Donato que la vida da vueltas y se lo hizo saber a su amigo sapito, al manifestarle:

-¡Antes una pata me ayudó a vivir, ahora me tocó a su descendencia, ayudar a existir!
Y exclamó el sapito Mateo, mientras sentía unos picos chicos y chiquititos, sobre su cuerpo: ¡Este cuento que acabe mejor, antes que termine agujereado como un colador!

 

Autor: Edgard Bendezú Palomino

 

Texto: Cuentos Clásicos a lo Fabulinka

Comentarios: 1
  • #1

    Rosa Rivas (domingo, 12 abril 2020 18:23)

    Buena propuesta